BIENVENIDAS

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lunes, 8 de agosto de 2016

PADRES PERMISIVOS

El padre permisivo ha recibido tanta información psicológica y educativa sobre el daño emocional que puede causar a su hijo, que esto le ha ocasionado un daño a su sentido de autoridad. Ahora se siente tan inseguro como educador, temeroso de equivocarse y herir a sus hijos que tiene pavor a tomar decisiones. Ha perdido su poder como padre y su responsabilidad la comparte o la entrega en su totalidad a su hijo.

Los padres permisivos delegan su responsabilidad en los hijos para evitar conflicto o por miedo a imponerse y parecer autoritarios. Quieren complacer a los hijos y tenerlos contentos y más que nada temen perder su cariño. Creen que es su obligación convencerlos para que cambien de opinión y dan largas explicaciones que muchas veces terminan en súplicas y ruegos. Para el niño es claro quien tiene el poder, y quién toma finalmente las decisiones.

El padre permisivo considera la toma de decisiones como una especie de “papa caliente” que le quema las manos, y por eso se la avienta al primero que se deja. Es un vaivén de indecisiones entre papá y mamá para no cargar después con las consecuencias.
Ser padres implica ser responsables. Implica arriesgarnos. Implica también correr el riesgo de equivocarnos.

Tanta información nos llena de dudas. Inquietudes normales y sencillas de los niños, se convierten en acertijos indescifrables. Contactar sólo el intelecto y hacer caso omiso de nuestro corazón y sentido común, nos lleva a perder la confianza como padres y nos hace elucubrar en vez de dar solución a la más sencilla de las situaciones. Distorsionamos y perdemos la perspectiva de las cosas en este afán de querer ser padres perfectos.
Las dudas, si les damos un lugar preponderante en nuestras vidas, terminan devorando nuestro sentido de autoconfianza. Nos convencen de nuestra ineptitud y paralizan nuestra voluntad.

Nos ha generado tanto miedo el error que nos ha paralizado la voluntad. Esta parálisis es lo que afecta tanto a los niños.

El miedo a equivocarnos es justificado y un poco de miedo nos lleva al cuestionamiento y a la reflexión. Pero si dejamos que nos invada, terminamos inertes, incapaces de responder a las demandas importantes de nuestros hijos. Cuando actuamos, claro que corremos el riesgo del error, pero si nos quedamos paralizados podemos estar seguros de que los afectamos de manera negativa. Porque un niño con padres paralizados es un niño que se enfrenta solo ante el mundo con sus recursos aún inmaduros e ineficientes.

Los padres permisivos viven con un fantasma que los persigue: el temor a perder el amor de sus hijos. Los padres de antaño no conocían este miedo. Tenían muy claro que su tares no era complacer ni dar gusto, era educar. Aunque su visión de lo que significaba educar era muy limitada, el miedo a perder el cariño de sus hijos no los atormentaba. Este amor se daba por hecho, sin lugar a cuestionamientos.

Los padres de hoy viven algo distinto. Pareciera como que tienen un vacío emocional que necesitan llenar con el amor que reciben de sus hijos. Como si este amor les diera una razón de ser, de existir. Pero este amor, contaminado de miedo, los vuelve dependientes y temerosos, los detiene y los hace titubear cuando es necesario contradecir o limitar. En pocas palabras, parece debilitarlos.

Tenemos que escoger entre recibir de nuestros hijos un amor manipulador, o un amor basado en el respeto. El primero tiene como amigos a la dependencia, el capricho, la culpa y el chantaje. El segundo la libertad, la responsabilidad, la congruencia y la integridad. ¿Cuál preferimos?

En esta época permisiva, el matrimonio cuenta ahora con un nuevo miembro: la culpa. La culpa se ha inmiscuido en las familias con gran éxito, tanto el padre como la madre conviven armoniosamente con ella.
  • Si el padre quiere ponerle un límite al hijo que está tirando la comida, la culpa interviene y le aconseja: “sólo está jugando, ¿Quieres provocar un enfrentamiento?
  • Si la madre no quiere darle un permiso a la hija de 12 años porque le parece riesgoso, la culpa le susurra: “¿Quieres verla triste y enojada?”
  •  Si el padre quiere exigirle al hijo que deje de gritar e insultar la culpa le recuerda: “Se está expresando ¿lo quieres traumar?

Al darse cuenta de lo que no están dando a sus hijos, la culpa invade sus vidas y no les permite decir “no”, ser firmes o poner límites.

Afirmaciones para padres.
  • Confió en mis habilidades para guiar de manera respetuosa a mi hijo.
  • Elijo recuperar mi sentido de autoridad a través de tomar decisiones conscientes.
  • Hago a un lado mi miedo para guiar a mi hijo con confianza y decisión.
  • Soy humano y me puedo equivocar.
  • Yo pongo límites de manera respetuosa a mi hijo cuando lo considero necesario.
  • Tomo con valor la responsabilidad de poner límites a mi hijo
  • Tomo las decisiones que me corresponden para guiar amorosamente a mi hijo. 
DISCIPLINA CON AMOR. Rosa Barocio. Ed. Pax México.

Recuerda somos humanos y todos, absolutamente todos nos equivocamos, no le temas a las equivocaciones son parte del aprendizaje de todos los seres humanos. Nuestro aprendizaje es constante. Amor y equilibrio es fundamental en la educación de nuestros hijos.



viernes, 5 de agosto de 2016

CADA DÍA UN RATO DE DIVERSIÓN

Nunca te vayas a dormir sin haber jugado y reído con él, sin haberle dicho que le amas y cuán feliz te hace su compañía. Cuando el bebé crece, empieza a colaborar en juegos sencillos: le gusta que le tapen la cara con un pañuelo suave y no tarda en quitárselo son una sonrisa picarona y divertida. Les divierte todo lo que hace ruido, tirar objetos al suelo por el gusto de escuchar como suenan el estrellarse; les apasiona cualquier cosa que se mueva o tenga lucecitas que se enciendan y se apaguen, los muñecos suaves, todo lo que se puede apretar, mover o desplazar. Les apasiona chapotear en el agua y meter las manos en papilla para notar la textura pegajosa, chupar objetos y, sobre todo, las cosas nuevas, ya que de pronto se cansan de sus juguetes y desean explorar el mundo que les rodea. Los juguetes o cualquier cosa que se le dé al niño deben reunir los requisitos básicos de no ser tóxico, punzante o tan pequeño que se lo pueda tragar o que ofrezca algún peligro para él.
También adoran las cosquillas y cualquier juego-canción que transcurra por encima de su cuerpo o acabe en algún punto de este, como por ejemplo, la canción de las hormiguitas y los elefantes (con ambas manos se sube por el cuerpo del niño empezando por los pies, mientras se repite “suben, suben, suben las hormiguitas” (ha de ser suave y lento). Luego, al cabo de dos o tres veces las manos se detienen en la cabeza y se dice: “Bajan, bajan, bajan los elefantes” y esta vez el recorrido será con toda la mano entera desde la cabeza a los pies imitando los movimientos pesados de un elefante.


MADRES CREATIVAS HIJOS FELICES, Marta Molas, Ed. Amat.

Una casita
Una casita 
(Con el dedo índice recorres el contorno de la cara del bebé)
muy redondita 
(le tocas la barbilla)
Con dos ventanitas
(le tocas los ojos)
y una puertita
(le tocas la boca)
y un timbre: Riiiiing...
(le tocas el ombligo)

Dos ojitos
Dos ojitos para mirar
Dos orejitas para escuchar
Una naricita para oler
y una boquita que le gusta comer.

Aserrín: ponemos al bebé en nuestro regazo mirando hacia nosotros, le agarramos de las manitas y vamos meciéndolo hacia delante y hacia atrás mientras entonamos esta cancioncilla. Según el bebé vaya haciéndose mayor, el balanceo también puede ser más exagerado. A los niños les encanta casi ponerse boca abajo.

Aserrín, aserrán,
los maderos de San Juan,
piden pan no le dan,
piden queso lo dan un hueso,
piden vino si le dan,
se marean y se van.

La canción de las manitas: sentamos al bebé en nuestras rodillas podemos ponerle tanto mirando hacia donde estamos nosotros, como al lado contrario, y ponemos nuestras manos al alcance de su vista mientras hacemos lo que indica la canción.
Poco a poco, también podrá repetir los gestos.

Saco una manita la hago bailar,
La cierro, la abro y la vuelvo a guardar
Saco otra manita la hago bailar,
La cierro, la abro y la vuelvo a guardar
Saco las dos manitas las hago bailar,
Las cierro, las abro y las vuelvo a guardar.

Palmas palmitas: el niño se sienta en nuestro regazo mirando hacia nosotros o también podemos ponerle en sentido contrario. Le agarramos de las manitas y le ayudamos a aplaudir.
Poco a poco, intentaremos que él solito aplauda. Al final de la canción podemos hacer unas cosquillas en la barriguita del bebé, la próxima vez que le cantes la canción, esperará con una sonrisa, el momento de las cosquillas.

Palmas, palmitas,
higos y castañitas,
azúcar y turrón 
para mi niño/a son.


Los cinco lobitos
Toma el piecito o la mano del bebé y mueve sus deditos uno a uno mientras cantas:

Cinco lobitos tiene la loba,
Blancos y negros, detrás de una escoba.
Cinco tenía. Cinco criaba.
Y a todos los cinco lechita les daba.
Moviendo el dedo gordo del pie.

La canción del caballito: con el bebé o el niño en nuestras rodillas y mirándonos a la cara, comenzamos a cantar la canción mientras elevamos las piernas arriba y abajo con cuidado.
Según digamos al paso, al trote o al galope, movemos las piernas con más velocidad. El bebé querrá repetir una y otra vez la canción del caballito, y además puede ir aprendiendo la diferencia entre despacio y rápido.

En un caballito gris (nombre del niño) se fue a París,
al paso, al paso, al paso...
al trote, al trote, al trote...
al galope, galope, galope…

Este dedito
Agarra el pie de tu niño, y comenzando por el dedo chiquito del pie, mueve uno a uno los deditos con cada verso, terminando con el dedo gordo del pie. Al final hazle cosquillas en los pies.


Este dedito… compró un huevito.
Este lo cocinó.
Este le echó la sal.
Este lo probó.
… ¡Y éste pícaro gordo se lo comió!



martes, 2 de agosto de 2016

USAR EL PODER DE LA VOZ Y DE LA PALABRA CON NUESTROS PEQUEÑOS.

Hablar directamente mirando a los ojos, emplear una voz suave, son medios para tranquilizar al bebé, e introducirle en nuestro mundo de una forma paulatina si la brusquedad que se deriva de ambientes ruidosos, crispados o desorganizados que irritan al recién nacido hasta causarle toda clase de trastornos físicos y emocionales. Hablarle, contemplarle, observarle y escucharle es el camino para un entendimiento madre-hijo que sentará unas buenas bases de comunicación mutua.

Llámale por su nombre y elige un nombre que te guste y que sólo sea para él. Olvídate de que tu abuelo también se llamaba así o de esa tía que adorabas, ahora es el nombre de tu hijo y debes permitir que tu bebé lo llene de significado emocional, que cuando oigas su vocecita o alguien pronuncie su nombre, sientas que esa palabra desvela en ti un cúmulo de sensaciones nuevas e irrepetibles.

Los niños están mejor preparados para atender voces agudas como la de otros niños o a vozarrones exagerados como cuando imitamos a un oso, un ogro, un brujo o un gigante, siempre que escenifiquemos o contemos un cuento, tratemos de dar énfasis a la lluvia, al oleaje, la tormenta o las voces de los animales (sonidos onomatopéyicos), alternando los graves con los agudos según sean las características de la persona, animal o cosa que tratemos de imitar (agudas: niños, princesas, ratones, objetos inanimados y animales pequeños.

Debemos tener en cuenta todo lo que el tono y el timbre de nuestra voz pueden transmitir aun sin analizar las palabras ni el significado de las mismas. Demasiado enérgica crea ansiedad; demasiado exigente, crispa; demasiado dura, alerta; demasiado melosa, duerme; demasiado protectora, anula; demasiado titubeante, crea inseguridad , demasiado blanda , induce a la tiranía. La voz es un reflejo de la disposición de nuestra alma y de nuestra actitud interior hacia el niño, que no tarda en descubrir nuestras flaquezas y debilidades y la forma de dominarnos o lograr salirse con la suya en el pulso que, inevitablemente, se establece entre la personalidad de la madre y del niño.


La voz es un gran aliado cuando se usa para convencer, para animar, para motivar, para ser positivo, y es un arma terrible cuando se utiliza para descalificar, humillar, criticar destructivamente, intimidar, insultarlo desmerecer. El poder de nuestras palabras, de nuestro afecto, de nuestra intención, de los sentimientos… es un don que no podemos desaprovechar, sería enormemente educativo cuidar y educar nuestra voz, escucharla y percibir en ella nuestras insatisfacciones, frustraciones y conflictos, para no transmitírselos a nuestros hijos. Calidad y no cantidad, nunca mejor aplicado cuando nos referimos a la voz, elemento básico de conexión relación y comunicación con el entorno.

MADRES CREATIVAS HIJOS FELICES. Marta Molas. Ed. Amat.