Los papás y mamás actuales se encuentras muchas veces desbordados. El ritmo de vida que les arrastra les deja poco tiempo para la reflexión y las pautas educativas han cambiado tanto en tan poco tiempo que es difícil saber como actuar en las circunstancias complicadas. A los niños les compramos muchas cosas y los apuntamos a muchas clases, a los pequeños los estimulamos pero nos cuesta renunciar al ocio adulto para jugar con ellos.Cansados, caemos en los gritos, la impaciencia y los castigos, porque no sabemos como manejar las situaciones. Y es que para ser buenos padres hay algunas cosas que no pueden faltar.
Lo primero es tener autocontrol. Nos enfadamos con las rabietas, caprichos y regresiones de los niños, si lloran o gritan o patalean. Les exigimos un autocontrol que aun ellos no tienen. Y lo hacemos gritando, poniéndons furiosos y atacados de los nervios. Los adultos somos nosotros y si no hemos aprendido a estas alturas a controlarnos ya es hora de empezar a hacerlo. Nosotros tenemos que aprender a controlarnos y a organizar nuestras vidas de un modo que nos lo permita disfrutar de esa mínima calidad de vida, en vez de montar en cólera si un pequeñín se ve desbordado por el cansancio o las emociones.
Además hace falta mucha coherencia. Los niños no aprenden de lo que les decimos que está bien o está mal. Los niños aprenden de lo que hacemos. Seamos coherentes y no digamos algo que no somos capaces de cumplir. Nada mas ridículo y vergonzoso que un padre gritándole a un niño pequeño que como vuelva a pegarle a su hermanito le parte la cara. O el que amenaza con cosas que no cumplirá, miente descaradamente para que el niño obedezca y se comporta de un modo maleducado y poco cívico mientras repite ideas educativas que hasta un niño de dos años se da cuenta que su padre incumple.
Hay que tener empatía y saber ponernos en la piel de nuestros niños, sintiendo lo que sienten, la pena, el miedo, la alegría, los nervios. Si somos capaces de empatizar con sus emociones es mucho más sencillo comunicarnos y escucharlos, sobre todo cuando no son todavía capaces de expresar perfectamente sus sentimientos con palabras. No burlarnos, no provocar sus miedos, no azuzarlos, no exigirles que superen emociones que los paralizan, serán beneficiosas consecuencias de la empatía activa. Los entenderemos, pero sólo si nos atrevemos a sentir con ellos en vez de decirles como tienen que sentirse.
Añadamos a esto la indispensable flexibilidad de la que hay que proveerse. Solemos decir que NO cientos de veces al día a los niños, mientras ellos se mueven en espacios y tiempos irrespetuosos con sus ritmos y necesidades. Decir NO hay que decirlo, sobre todo al consumismo o a la violencia, pero hay que mantenerlo en su límite, y muchas veces, si reflexionamos, las cosas que no permitimos hacer en determinado momento podríamos haber accedido a ellas simplemente parando un momento, olvidando esa necesidad continua de actuar, y dejándo que los niños disfrutasen del momento. Es decir, seamos flexibles y sepamos distinguir lo verdaderamente importante de lo que podemos negociar con ellos. Y por supuesto, expliquemos nuestras negativas y límites del mejor modo adaptado a sus edades, los niños a los que se les explican las cosas terminan entendiéndolas. El “porque yo lo digo” es un argumento muy pobre. Y no fomenta el que los hijos nos respeten, porque el respeto se gana y no se merece por el simple hecho de ser los padres.
Y para terminar dejo lo indispensable: la paciencia. La paciencia que hemos perdido, la que les exigimos a los niños, la que ellos tanto necesitan de nosotros. Las rachas complicadas en los procesos de crecimiento de los niños pasarán con paciencia, empatía y amor. Los niños viven el ahora y esperar se les hace muy difícil, y mas difícil todavía el adaptarse a nuestras ausencias. Paciencia. Somos los adultos.
No me quiero dejar algo que creo que es casi innecesario mencionar: abrazos, besos y mimos que nunca se escatimen. Y todo el tiempo posible a su lado, conscientes, abiertos a sus necesidades emocionales y de juego. El amor nunca es en exceso.
Enn resúmen, para ser buenos padres hay cosas que no pueden faltar. No nos debe faltar el autocontrol, la coherencia, la paciencia, la flexibilidad y la empatía. Pero eso no bastará, pues ser padres es una enorme responsabilidad en la que además de educar a un hijo y acompañarle en su crecimiento, deberemos educarnos a nosotros mismos y crecer.
Claro le agregaria algo mas y que es indispensable, mucho AMOR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario